miércoles, 11 de julio de 2012

Museos: un espacio de memoria, ciudadanía, reconocimiento, y construcción del proyecto de un “nosotros”.




Las recientes declaraciones de la directora de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM), referidas al Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos, inevitablemente abren una  conversación de la sociedad chilena sobre  los museos como instituciones culturales, su sentido,  rol e  importancia.

Las palabras críticas de Magdalena Krebs al Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos, a mi juicio,   develan una discrepancia muy profunda que aún existe en la sociedad chilena y en las autoridades que laboran en el campo cultural, respecto de  la naturaleza y misión de los museos. 

Los dichos de la Sra. Krebs en definitiva expresan la reivindicación actual  de una parte de la sociedad chilena que históricamente ha tenido la hegemonía del discurso patrimonial y del espacio museístico chileno; un discurso conservador y excluyente. Es una reivindicación tardía; aparece en el siglo XXI, en un período histórico de grandes tensiones, cuestionamientos y reconceptualizaciones del museo como  institución cultural y de lo que debe entenderse por patrimonio cultural. Es una reivindicación tardía, además, porque surge en un contexto de significativas manifestaciones de reclamo social por una mayor participación ciudadana y democratización  de las instituciones para la instalación y desarrollo de un proyecto de país más equitativo, inclusivo, y respetuoso de la diversidad y pluralidad  cultural.

El Consejo Internacional de Museos (ICOM)  releva y destaca la misión social del  museo al declarar que  “… es una institución de carácter permanente y no lucrativo al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público que exhibe, conserva, investiga, comunica y adquiere, con fines de estudio, educación y disfrute, la evidencia material de la gente y su medio ambiente”. (Art. 2, Declaración ICOM).  

Por su parte, la Cumbre de Jefes de Estado y Presidentes de los países de Iberoamérica realizada en Chile el año 2007, ratifica la Declaración de Ibermuseos de Salvador de Bahía,  relevando “ el importante papel de los museos en la salvaguarda del derecho a la apropiación creativa de la memoria y del patrimonio como parte de los derechos socioculturales de todos los ciudadanos Iberoamericanos”, y agrega que comprende los museos como prácticas sociales relevantes para el desarrollo compartido, como lugares de representación de la diversidad cultural de los pueblos Iberoamericanos, que comparten en el presente memorias del pasado y que quieren construir juntos otra vía de acceso al futuro, con más justicia, armonía, solidaridad, libertad, paz, dignidad y derechos humanos”.

La Declaración de Salvador de Bahía, suscrita por nuestro país, insta a los estados a adoptar políticas públicas que permitan : a)” Asegurar que los museos sean territorios de salvaguarda y difusión de valores democráticos y de ciudadanía, colocados a servicio de la sociedad, con el objetivo de      propiciar el fortalecimiento y la manifestación de las identidades, la percepción crítica y reflexiva de la realidad, la producción de conocimientos, la promoción de la dignidad humana y oportunidades de esparcimiento”; b) “Comprender el proceso museológico como ejercicio de lectura del mundo que posibilita a los sujetos sociales la capacidad de interpretar y transformar la realidad para la construcción de una ciudadanía democrática y cultural, propiciando la participación activa da la comunidad en el diseño de políticas museísticas” y c)  Garantizar el derecho a la memoria de grupos y movimientos sociales y apoyar acciones de apropiación social del patrimonio y de valorización de los distintos tipos de museos, como museos comunitarios, ecomuseos, museos de territorio, museos locales, museos memoriales (resistencia y derechos humanos) y otros.”

En nuestro país existen alrededor de 250 museos, algunos de ellos pertenecen a entidades universitarias como es el caso del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), vinculado a la Universidad de Chile, otros a instituciones privadas como es el caso del Museo de Arte Precolombino, y la mayoría a municipios.

Los tres principales museos  de Chile son públicos y están administrados por la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, a los cuales se suman 19 museos regionales y 4 museos especializados. 

Los museos nacionales surgen y se consolidan en el siglo 19 y comienzos del siglo 20, respondiendo a la profunda vocación de la elite política, económica, cultural y militar gobernante, acerca de la necesidad de fortalecer el sentido de unidad y pertenencia nacional, y avanzar en el proceso de formación de nuevas generaciones dirigentes. Este esfuerzo se inscribe en un proyecto más global de construcción de un país unitario, culturalmente homogéneo y socialmente controlado. Desde el discurso público se construye una sola memoria, se relevan ciertos actores sociales y determinadas prácticas sociales, y se priorizan determinados ámbitos y materias desde el punto de vista de la investigación científica y social. Lo anterior explica la naturaleza marcadamente “institucional” de colecciones y museografías,  la uniformidad estética de los museos de arte y su escaso diálogo con nuevas tendencias en el campo de las artes visuales, y el sello coleccionista de museos de historia natural.

Mayoritariamente en nuestros museos, el pueblo y lo popular quedó fuera de su consideración, la multiculturalidad fue omitida, y el discurso de la biodiversidad y ecología para un desarrollo sustentable no existían.

En la década de los 60 en adelante, algunos museos como el de Bellas Artes, enfrentan el desafío de la comunidad académica y artística para ampliar sus horizontes y en ese contexto se verifican acciones de arte muy significativas. Asimismo, en el Museo Nacional de Historia Natural se impulsan procesos muy relevantes de reconceptualización museológica, en donde la investigación y la relación con la comunidad, en especial los jóvenes, otorgan sentido a la valiosa colección que el Museo preserva. Es justamente la Directora del MNHN, junto a otros profesionales, los que despliegan un esfuerzo con efectos hasta hoy en el campo de los museos; me refiero al encuentro y declaración de  la Mesa de Santiago. Ya en 1965 se había conformado el ICOM Chile lo cual por cierto tiene grandes implicancias en este proceso de renovación teórica y de las prácticas museísticas.

Solo a fines de los ’90 e inicios del 2000,  en nuestro país  los museos adquieren una  mayor presencia  en el imaginario colectivo y en el discurso público como un espacio cultural relevante, y justamente la DIBAM – en especial la Subdirección de Museos- han tenido un rol  decisivo en este proceso. Museos comprendidos, por cierto, como instituciones que: a) recogen, valoran y difunden la memoria plural y diversa de nuestro país; b) investigan, conservan y difunden parte significativa de nuestro patrimonio natural y cultural, el cual es diverso y plural; c)  hablan desde la afirmación de nuestros orígenes precolombinos, que no silencian la complejidad, violencia y discriminaciones que hemos vivido en nuestra corta o larga historia; d) tienen como centro establecer la dinámica de comunicación que permita un encuentro íntegro de cada persona con los objetos contextualizados, y no el culto a los objetos de la colección; e) museos de arte que, junto con conservar y difundir colecciones, son un actor fundamental en el necesario proceso de reflexión artística y de divulgación de  propuestas actuales.

El que exista un Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos  en Chile hoy es expresión de esta nueva e indispensable comprensión de la misión y naturaleza del museo como espacio de visibilización de la memoria luminosa y dolorosa de la sociedad chilena, como espacio de ejercicio del derecho y deber de memoria que tiene cada ser humano y cada comunidad, como espacio cultural que contribuye a conocer y reconocerse en un relato histórico más complejo y plural del país, como una instancia de educación para el respeto a la vida, integridad  y dignidad de las personas,  y aprendizaje para un compromiso profundo de todas y cada una de las personas con los derechos humanos, como institución que contribuye al proyecto democrático de convivencia.

Eso es un museo. Un espacio de Memoria. Allí está parte del testimonio de los ejercicios de memoria del pueblo chileno. Allí está parte, entonces, del patrimonio de Chile.

La directora de la Dibam y Vicepresidenta Ejecutiva del Consejo de Monumentos Nacionales no puede obviar que  es un imperativo intelectual, ético y social comprender y trabajar con un concepto profundo, integral , complejo e inclusivo de patrimonio cultural; esto es,  asumir en toda su envergadura que constituyen patrimonio cultural una diversidad de bienes, oficios, prácticas y representaciones simbólicas.

Cuando hablamos de patrimonio cultural no estamos haciendo referencia sólo a edificios, lugares con valor histórico, arquitectónico o arqueológico, como tampoco sólo hacemos referencia a objetos  con valor histórico, artístico o antropológico.  También estamos hablando de patrimonio inmaterial o intangible.

El patrimonio es una herencia, diversa, plural y hasta contradictoria, y en su identificación y preservación las diversas comunidades y personas tienen derechos y deberes fundamentales.

Después de 17 años de dictadura militar, y a dos décadas de recuperación de la democracia, el miedo a recordar como posibilidad de fragmentación se ha disipado, y ha surgido la necesidad de reconstruir la historia luminosa y también dolorosa del país. En los últimos 15 años se ha instalado con fuerza en la sociedad chilena el derecho y el deber de construir el relato histórico, y de construirlo con múltiples voces. Y memoria y patrimonio son conceptos profundamente vinculados.

Redescubrir en nuestra historia y en nuestro presente aquellos bienes, prácticas y expresiones simbólicas que conforman nuestro rico y plural mundo cultural como chilenos(as), es una tarea necesaria para vivir el presente con tranquilidad, con capacidad creadora y sin miedo a dialogar con otras comunidades y otras culturas.

Forman parte del patrimonio aquellos bienes materiales e inmateriales dignos de recordar, dignos de permanecer, que nos hablan profundamente de la vida y de su sentido, que en si mismo dan trascendencia al ser humano, más allá del espacio y tiempo, que nos hablan de lo que hemos sido y  de lo que hemos vivido.  De un pasado que no ha pasado, por ser tan relevante en nuestra vida como comunidad.  Pero, también, son contenidos y prácticas simbólicas que nos desafían y tensionan para crear nuevos contenidos y representaciones simbólicas, y para construir nuevas formas de convivencia  y de “comunidad imaginada”.

Como muchos(as) han dicho, habríamos deseado que nunca en Chile el Estado violara los derechos humanos de tantos cientos de miles de personas, y que este Museo no hubiera sido necesario,  e incluso hubiera sido imposible de crear porque los hechos y sus testimonios materiales no habrían existido. Pero las violaciones a los derechos humanos existieron, no como excesos, si no como una política sistemática de la dictadura militar. Y por ello existe el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos, iniciativa en la que la Dibam aportó con su valiosa experiencia y calificación profesional.

Este Museo existe como espacio de ejercicio del derecho y deber de memoria, para educar en el respeto a la vida y dignidad de cada ser humano, como reconocimiento y reparación de parte del daño a las víctimas y sus familias.

Sinceramente invito a Magdalena a intentar con humildad a comprender esta cuestión esencial.

Nivia Palma









 




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martes, 22 de mayo de 2012

Políticas Culturales y Cuenta Presidencial

Asombro; esa es la palabra para describir la sensación ante los añejos y ajenos anuncios presidenciales en el ámbito cultural.

En su Cuenta Pública del 21 de Mayo, el Presidente Sebastián Piñera informó como iniciativas, programas y acciones de su gobierno proyectos y programas diseñados, formulados y ejecutados – en la mayoría de los casos, en su totalidad- en los gobiernos que le precedieron.

En efecto, el Programa de Creación de Centros Culturales – que ha contemplado la construcción y habilitación de 50 centros en comunas con más de 50 mil habitantes-  fue formulado, financiado y muy ampliamente ejecutado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, en el Gobierno de la Presidenta Bachelet, período en que la destacada actriz Paulina Urrutia cumplió las funciones de Ministra de Cultura. Por cierto, este programa tiene sus antecedentes en el de Infraestructura Cultural implementado por el Presidente Ricardo Lagos y que tuvo resultados tan relevantes como la construcción y habilitación definitiva del Teatro Regional del Maule. Asimismo, el programa de construcción de teatros regionales que anuncia el Presidente Piñera tiene un extenso camino previo, los Teatros de Valdivia y Temuco – al igual que el de la Región del Maule- , son  testimonio de ello. Estos teatros, junto a otros similares, son parte de una Red de Teatros Regionales, red creada en el Gobierno anterior – sobre la base de los diagnósticos y propuestas realizadas por la Comisión Presidencial de Infraestructura del Gobierno del Presidente Ricardo Lagos y  que dirigió Arturo Navarro-  para contribuir a fortalecer su gestión y contribuir a una programación más diversa.

Por otra parte, el Presidente Piñera habla de programas de recuperación de lenguas de pueblos originarias y de programas educacionales interbilingües. Perdón, esto se inició hace ya por lo menos 12 años como programas del Ministerio de Educación; existen escuelas interbilingües en regiones como La Araucanía y, por cierto, hace rato se llevan adelante iniciativas de investigación, recuperación, escrituración y enseñanza de lenguas originarias. ¿Qué es indispensable hacer más? Por cierto, y lo más probable es que se deba revisar sus enfoques, pero otra cosa es decir que esto es nuevo, que no se ha hecho.

Se dice que se debe considerar a las comunidades, a los creadores, cultores y organizaciones culturales en la definición de políticas públicas y accionar del Estado. Obviamente, así se ha hecho por muchos años. La pregunta es si lo ha hecho este gobierno y este Ministro de Cultura. ¿Consultó el Ministro Cruz Coke la opinión del Directorio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes sobre la propuesta gubernamental de crear un Ministerio de la Cultura y del Patrimonio?, ¿consultó el Ministro Cruz Coke sobre esta materia a los creadores organizados en las distintas entidades gremiales?, ¿consultó a los integrantes del Consejo Consultivo Nacional y a los integrantes de los consejos consultivos regionales?. Hasta donde sabemos nada de esto fue consultado con los creadores, cultores, organizaciones culturales y tampoco al Directorio y a los propios consejos consultivos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. ¿Habrán participado los profesionales, especialistas y directivos de la DIBAM en la formulación de este proyecto de Ministerio?; ¿habrán sido consultados los integrantes del Consejo de Monumentos Nacionales como también sus profesionales?. No lo sé con certeza, pero lo más probable es que no conocen el texto de dicho proyecto de ley y no han podido leer la “letra chica”.

Es cierto que algunos de nosotros hemos manifestado en años pasados una favorable disposición a la existencia de un ministerio de las culturas para nuestro país; sin embargo, resulta muy poco creíble una propuesta de creación de un Ministerio por parte de los mismos sectores políticos que en el debate de fines de los años ’90 y comienzos de la década del 2000 rechazaron cualquier posibilidad de este tipo de institucionalidad pública cultural por estimar que el Estado no debía ocuparse y preocuparse del desarrollo cultural del país y que un ministerio significaría un “intervencionismo y dirigismo cultural”. Asimismo, resulta inaceptable que una propuesta de creación de nuevos y mayores órganos públicos en este campo sea definido a puertas cerradas, sin dialogar y escuchar a las comunidades artísticas y culturales. Más aún cuando todos sabemos que los procesos son relevantes para la definición de instrumentos, órganos y políticas públicas.

Por otra parte, la Cuenta Presidencial destaca los recursos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y en especial de los fondos culturales. Nada dice sobre la pésima gestión de los concursos durante los años pasados, los cuales estuvieron en pública crisis en cuanto al ineficiente funcionamiento de su plataforma tecnológica. Nada dice la Cuenta Presidencial sobre el descontento de miles de creadores y cultores por tanta burocracia y exclusión en las postulaciones de esos fondos. Nada dice sobre los nuevos énfasis de los fondos, donde la palabra emprendimiento cultural – relevando la capacidad empresarial en cultura- se ha tomado la agenda.

Finalmente, nada dice el Presidente sobre el giro de las políticas públicas del Consejo que preside el Ministro Cruz Coke: del Derecho de Acceso a la Cultura en toda su diversidad y pluralidad  se pasa a Igualdad de Oportunidades de  Acceso a la Cultura. Este no es un pequeño cambio, es un gran cambio, señor Presidente.

Entonces, pienso que no es posible estar disponibles para debatir y aprobar en el Parlamento la creación de un Ministerio de la Cultura y del Patrimonio. Difícil para el Parlamento debatir y aprobar una iniciativa de esta envergadura, que se ha definido sin participación ciudadana, a puertas cerradas, por un gobierno de Derecha que cuando fue Oposición se negó sistemáticamente a ello, y que hoy como gobierno está lejos de comprender la relevancia de la cultura más allá de los negocios.