jueves, 26 de agosto de 2010

Un hombre sabio


Ha muerto un hombre sabio. Ha muerto un maestro. Ha muerto un hombre honrado. Ha muerto un hombre inteligente. Ha muerto un hombre creativo. Ha muerto un hombre entrañable. Ha muerto Don Guillermo Blanco.

Todos sabemos, y es una verdad indiscutible, que fue un extraordinario escritor, un académico destacado y un periodista comprometido con la libertad y la democracia.

Y sabía eso cuando le conocí al asumir él la presidencia del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, durante el Gobierno del Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Allí se inició un tiempo privilegiado de trabajo con Don Guillermo. Desde ese momento y hasta su fallecimiento, descubrí y conocí a un ser humano de una humildad que nos conmovía, con un gran sentido del humor, de una rectitud a toda prueba, y con una voluntad inclaudicable de servicio a la comunidad.

Así era Don Guillermo. Nunca le pude decir Guillermo. Y creo que, a pesar de sus esfuerzos por convencerme de eliminar el Don, le nombrada y hablaba de esa manera por el profundo respeto que siento y sentí por su capacidad intelectual, por su talento creador, por su valentía para luchar por la libertad en tiempos dictatoriales, por su calidad ética, por su humildad y tremenda sabiduría.

Agradezco a la vida la oportunidad de haber conocido un ser humano como Don Guillermo y espero, aunque sea mínimamente, haber respondido a tanta generosidad que nos ofreció gratuitamente a tantos y a tantas que le conocimos personalmente.

Hoy hemos perdido a un hombre sabio. Qué difícil es cultivar la sabiduría. Y más difícil aún en un tiempo en que se valora al ser humano por cuánto gana o qué cargo ocupa en la empresa o el Estado. 

viernes, 6 de agosto de 2010

EDITORIAL DE EL MERCURIO: una vergüenza e insulto a los creadores y cultores chilenos.

En Editorial titulada “Fondos para la Cultura”, El Mercurio hace una afirmación grave e inaceptable y que, a mi juicio, constituye una ofensa para miles de creadores, cultores y académicos que a lo largo de 18 años han sido evaluadores y jurados del FONDART, y otros miles de creadores y cultores, como también corporaciones y fundaciones culturales, que han presentado proyectos y han obtenido el apoyo del Estado a través de este Fondo Concursable.

Volviendo a sus “viejas andadas” de toda la década del ’90, El Mercurio afirma que felizmente los resultados de este año de los fondos cursables dados a conocer por el actual Ministro de Cultura, permiten pensar que “La percepción de que una considerable porción de los recursos y apoyos favorecía principalmente a iniciativas bastante discutibles, pero vinculadas a intereses de sectores proclives al gobierno de turno muestra signo de estar perdiendo motivos para mantenerse. En ese sentido, las nuevas autoridades parecen estar avanzando”. Esta afirmación de El Mercurio niega el sustantivo aporte del FONDART al desarrollo de las artes, en sus distintas disciplinas, su contribución al cine y otras industrias culturales, al acceso creciente de nuestra comunidad a bienes culturales de gran diversidad y pluralidad de contenidos y soportes, como, asimismo, a procesos de recuperación de memoria e identidad cultural local y regional

El Mercurio con su editorial ofende, igualmente, a tantos creadores, compañías de teatro y de danza, y a cientos de agrupaciones culturales que legítimamente, sin ninguna vinculación política, y evaluados por sus pares, ganaron el FONDART estos años.

Finalmente, El Mercurio vuelve solapadamente a decir lo que antes dijo abiertamente: “el Estado no debe financiar obras inmorales, que no sean bellas o edificantes”. Sí, porque la Derecha y El Mercurio siguen concibiendo el arte y la cultura con criterios restrictivos y decimonónicos.

El punto es que los creadores y cultores, y quienes fuimos parte de esta experiencia desde el Gobierno, no podemos aceptar tanta falta de respeto en contra de una Política Pública y un instrumento de financiamiento cultural que fue y es obra de la propia comunidad cultural. El FONDART fue pensado por los creadores, nació por la exigencia de la comunidad cultural y sobre principios fundamentales de pleno respeto a la libertad de creación y expresión, y evaluación de pares. Menos mal que el Ministro Cruz-Coke ha tenido la inteligencia de respetar esta historia y principios del FONDART, y ojalá no escuche la voz de El Mercurio que tanto y tan violentamente persiguió al FONDART desde su creación y hasta hace muy poco tiempo.

domingo, 1 de agosto de 2010

FONDART: Un programa cultural para la reconstrucción de una cultura democrática en Chile.

El actual Ministro de Cultura ha dado a conocer los esperados resultados de los diversos concursos de fondos concursables, en especial del FONDART, confirmando el significativo rol de estos instrumentos públicos en el desarrollo cultural de nuestro país y el reconocimiento del Estado a la relevante labor que realizan los creadores y cultores.


Y lo de hoy es posible por lo que ayer realizaron los propios creadores y los Gobiernos de la Concertación.

El FONDART es imaginado y soñado en Dictadura para nacer en Democracia. El Fondo Nacional de Desarrollo de las Artes y la Cultura –FONDART, creado el año 1992, es resultado del activo compromiso de los creadores y cultores con la lucha democrática de nuestro país en el contexto de la Dictadura Militar, como, también, de la experiencia de censura y diversas formas de restricción a la libertad de expresión que se dio en ese período de nuestra historia.


Los artistas, corporaciones, fundaciones, organizaciones culturales y sociales en general, sabían lo que era trabajar en Dictadura. Sabían que no sólo era tarea difícil sobrevivir económicamente, también sabían lo que era ser detenidos y procesados por los contenidos de sus obras. Muy frecuentemente los teatros eran clausurados para impedir funciones del Grupo ICTUS y de la Compañía Teatro Imagen, entre otras, y de muy diversos directores y dramaturgos. El recuerdo de las fogatas con miles de libros quemándose en las calles de Chile los primeros meses después del Golpe Militar del 73 era una imagen que se reavivaba con cada acción de censura contra un escritor o libro. La muerte de Víctor Jara, Jorge Peña Hen y muchos creadores era una marca dolorosa de CONTROL y CENSURA. Marca de un régimen que creía en el Mercado pero no en la libertad de expresión y creación. De un régimen que le tenía miedo a los creadores y al arte.

En este contexto, desde los primeros días después del 11 de Septiembre del ’73, cultores y creadores, silenciosamente a veces ,más fuertes más adelante, levantaban la voz, la guitarra, usaban el escenario, escribían poesía y prosa, para hablar de las violaciones a los derechos humanos y la ausencia de Libertad. Miles de obras son emblemáticas de ese período. Grupos como Illapu, Santiago del Nuevo Extremo, Inti Illimani y Congreso, en esa época crearon obras que marcaron a varias generaciones y se constituyeron en himnos a la Libertad.

En la compleja tarea para ganar el Plebiscito del año 1988, los rostros, nombres, ideas, creatividad y pasión de cientos de creadores se funden con los partidos políticos, dirigentes sociales y líderes más políticos, para lograr el rechazo masivo de la ciudadanía al General Pinochet. Y luego, cuando la opción No gana ese histórico 5 de Octubre del año 1988, legítimamente celebran con el pueblo la dura victoria.

Es ese el momento histórico para los creadores y cultores chilenos. Han jugado un rol destacado en la lucha por la Democracia. Se han ganado el derecho a opinar sobre cómo será la democracia que se construye tras la salida del Dictador. Y lo primero que exigen, más allá de verbalizarlo, es sentarse a la Mesa para decir lo que piensan. Y luego, canalizan una propuesta inédita para Chile: crear un programa gubernamental para financiar proyectos artísticos y culturales, con pleno respeto a la libertad de creación. Y ello queda plasmado en el Programa de Gobierno del Candidato por la Concertación de Partidos por la Democracia, Patricio Aylwin.

Allí se forjó el acuerdo cultural y social que dio origen a la decisión del Ministro de Educación Ricardo Lagos, el año 1991, para incluir en el Proyecto de Presupuesto para el Sector Público, la suma de 750 millones de pesos, para financiar proyectos artísticos y culturales. Con ello, el Presidente Patricio Aylwin, cumplió la promesa. Y para hacerlo, el entonces Ministro Ricardo Lagos, forjó las Bases de este Fondo Público: evaluación de pares y el respeto irrestricto a la libertad de creación.

El año 1992 inicia su vigencia, pues la Ley de Presupuesto para el Sector Público lo ha contemplado, con los votos de los parlamentarios de la Concertación. Se dicta el respectivo Reglamento, mediante Decreto Supremo, y con la dirección técnica de Gonzalo Vío, Sergio Sánchez y la colaboración administrativa de la División de Cultura del Ministerio de Educación, se empieza a trabajar, dialogando con los artistas individualmente o representados por las agrupaciones gremiales de cada disciplina. Se asignan todos los recursos ese año, a los cuales se suman alrededor de 130 millones de pesos aportados por el Gobierno Sueco.

El 2 de Enero del año 1993, invitada por el Ministro de Educación Jorge Arrate, me integro a dirigir la Secretaría Ejecutiva del FONDAT, tarea cumplida a cabalidad el año 1992 por Gonzalo Vío. Allí se iniciaría una labor de 10 años, la cual concluye por mi decisión de no aceptar actos contrarios a la libertad de expresión y creación.

Fue un tiempo complejo para el FONDART porque fue un tiempo complejo para Chile. La Transición Democrática fue un proceso largo, tensionado y doloroso. Dos graves acciones de amenaza a la democracia por parte de los militares se verifican en el Primer Gobierno de Retorno a la democracia, uno de ellos el denominado “Ejercicio de Enlace”. La clarificación y justicia en los casos de Violaciones a los Derechos Humanos avanzan o retroceden según voluntad del Ministro o Juez que vea un causa; se dictan las Leyes Cumplido para avanzar “en la medida de lo posible” en la Verdad y Justicia, se descubren los cementerios ilegales con restos de detenidos desaparecidos en Pisagûa. Se negocia políticamente la no investigación de temas económicos del Dictador y se socializa el Informe de la Comisión Rettig que reconoce oficialmente las graves violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la Dictadura Militar que encabezó Augusto Pinochet.

Es en el Gobierno del Presidente Eduardo Frei Ruiz- Tagle que se puede contemplar “una aparente normalidad institucional”. Y vemos un Gobierno más abocado al crecimiento económico y a la instalación de Chile en los mercados internacionales, etapa en la cual el FONDART quintuplica sus recursos. La elección de Ricardo Lagos como Presidente de la República el año 2000, por su adscripción histórica a la Izquierda chilena, simbólicamente sellaría el cierre de la Transición en su dimensión política, pues con ello se evidenciaría la aceptación de “las reglas del juego democrática” por parte de todos los actores políticos, en particular por los militares y los sectores más derechistas del país.

Es ese largo período de casi 12 años de Transición Política, en que se da la instalación de una Política Cultural que tiene un objetivo y misión central : colaborar activamente en la generación de condiciones para la reconstrucción de una cultura libertaria, de respeto a la expresión y creación, de valoración y reconocimiento a la pluralidad y diversidad cultural. Y esa política cultural define como instrumentos privilegiados para su desarrollo los fondos concursables. Si. Lo hace en la convicción de que una acción directa del Estado puede implicar una intervención y determinación de los contenidos culturales. Esta debatible convicción se explica en la experiencia de Censura y Control vivida en la Dictadura. Es una Coalición de Gobierno que desea responder al compromiso con los creadores para colaborar con el desarrollo cultural del país, pero que teme a las experiencias de control gubernamental de la cultura. Y creo que lo hace no sólo por la experiencia chilena de dictadura; también lo hace porque muchos de sus dirigentes vivieron la experiencia de países de la denominada órbita socialista y estaban profundamente afectados por la fuerza de la Caída del Muro. Y así esos fantasmas influyeron en la definición de nuestros instrumentos públicos para una política cultural. Pero, también, estaba la postura de activo reclamo por el aporte del Estado a la cultura desde los líderes de la Derecha y sus medios de comunicación.

Esto que, sin duda, fue una seria limitación para el desarrollo de políticas culturales en nuestro país, fue una valiosa oportunidad para centrar los esfuerzos de la Transición Política en la necesaria transición valórica de la sociedad chilena, y en ello el arte y los artistas jugarían un papel relevante. La sociedad chilena debía mirarse otra vez al Espejo, descubrirse y reinventarse. Y al mirarse en ese Espejo, como la metáfora de Alicia en el País de las Maravillas, comprender que es posible cruzar ese Espejo y descubrir mundos que antes no eran imaginados y que es `posible construir nuevas realidades.

Y por ello el FONDART se puso al centro de la polémica de la sociedad chilena y tocó tan fuerte a los centros del poder cultural. Con cientos de proyectos financiados cada año a creadores, cultores y productores culturales en todo Chile, se abrió un camino de tensión, ruptura y crisis con conceptos de arte instalados por la elite conservadora en Chile. Con estos cientos de proyectos financiados por el Estado cada año , miles de personas empezaron a develar otro Chile, un Chile más diverso, crítico, mestizo, irreverente, inconformista; un Chile que reclamaba la presencia de lo popular, un Chile que deseaba recordar y realizar procesos de memoria, un Chile que quería “hablar del pasado doloroso”, un país que anhelaba un espacio de respeto para todos, en el reconocimiento de la diversidad étnica, territorial, de género, etaria, ideológica , cultural.

Es por eso que temáticas complejas para el Chile pos dictadura, en Transición Política, son instaladas y visibilizadas por los creadores y cultores. Y se desata el cuestionamiento de la Derecha chilena y sus medios de comunicación. También la Iglesia Católica expresa su preocupación para algunas temáticas, sobre todo aquellas vinculadas a la sexualidad humana. Pero no llega allí. También miembros de la Concertación por la Democracia se dividen entre sí frente a este Fondo público y su aporte a Proyectos que generan debate público.


Momentos centrales de este complejo escenario para el FONDART se viven el año 1994. Ese año el FONDART financia tres proyectos que encenderán el debate público. Por una parte, la iniciativa de Artes Visuales presentada por creadores pertenecientes a la denominada “Escuela de Santiago”, la cual incluye una obra de Juan Dávila referida a Simón Bolívar; iniciativa en la cual todos los creadores trabajan en el soporte Postal como medio de difusión y de selección del destinatario. Como parte integrante de ese proyecto, la obra realizada por el destacado artista visual Juan Dávila generó el rechazo y reclamo oficial de las Cancillerías de Venezuela y Colombia y en Chile llenó diarios y revistas y fue noticia destacada de la televisión. A los pocos días de aparecer este tema, el Diario La Segunda titula “Con platas del Estado financias obra Gay: FONDART financia literatura de homosexuales”. Dicho diario hacía referencia a un libro de Juan Pablo Sutherland. Adicionalmente, otro medio de comunicación me contactaba para conversar sobre un proyecto de René Arcos, texto al cual, también, se le daba el carácter de homosexual y que, finalmente, no fue portada porque uno de los cuentos incluidos en el libro, había obtenido el Premio Literario de la Revistas Libros de El Mercurio.

En ese contexto de debate y cuestionamiento público de la “inmoralidad del FONDART” que planteaba El Mercurio y dirigentes de derecha; se producen tres hechos muy graves en la Concertación. El primero es que un Asesor del Ministro de Educación de la época, prepara un Informe Reservado en que afirma que el FONDART no puede financiar proyectos que afecten la Seguridad y Soberanía Nacional, vulneren símbolos patrios como la Bandera y el Escudo, y los principios morales consagradas en la constitución política; y llama a modificar el Reglamento del FONDART y las Bases del Concurso para consagrar estas materias. Otro hecho muy complejo es el pronunciamiento público de un reconocido Senador de la República indicando que el FONDART no puede financiar proyectos que vulneran la imagen o símbolos patrios chilenos y de otros países; este Senador, además, realiza gestiones privadas para que se me despida y se nombre a otra persona en el cargo de Secretaria Ejecutiva o Coordinadora Nacional del FONDART. Y el último hecho gravísimo es realizado por el Subsecretario de Educación de la época, quien solicita que se preparen listas de “comunistas” y de “homosexuales “ que han recibido apoyo del FONDART para monitorear esos proyectos y evitar escándalos

Fue un tiempo muy duro y complejo para nuestra “transición cultural”. Finalmente el claro compromiso del Ministro de Educación, Ernesto Schiefelbein, la decidida defensa de Marcia Scantlebury, a la sazón Jefa de la División de Cultura, el público y sostenido respaldo de los artistas y organizaciones culturales, junto al apoyo de varios Senadores y Diputados de la Concertación, me permitieron continuar en el cargo y, sobre todo, concordar que el FONDART no pondría límite alguno a la libertad de creación y que no existirían temas vedados.

Sin perjuicio que todos los años la prensa instalaba debates sobre ciertos proyectos, debo reconocer que más adelante primó al interior del Gobierno el pleno respaldo a la gestión y lineamientos del Fondo. Sólo años más tarde tendríamos una nueva situación de crisis de nuestro real compromiso con la libertad de creación; y ese fue el momento vivido por la obra de teatro sobre Arturo Prat, apoyada por el FONDART a un grupo de jóvenes creadores de las artes escénicas. A las críticas y cuestionamientos de agrupaciones de integrantes de la Armada en retiro, de medios de comunicación y de dirigentes políticos de Derecha, se sumó la entonces Ministra de Educación, Mariana Aylwin. La entonces Ministra fue invadida por el temor al debate con la Derecha y sectores de la Armada y fue atrapada por la confusión y el miedo; en ese contexto cometió un grave error político al no dimensionar mi compromiso con la democracia y una cultura democrática. Parece que la Ministra no sabía o bien olvidó que yo había sido parte activa de las luchas en contra de la Dictadura Militar, Y olvidó mi conducta frente a polémicas anteriores del FONDART. Y me exigió algo imposible de aceptar: que no asistiera al estreno de la obra “Arturo Prat” y no continuara expresando públicamente mi respaldo a la Compañía de Teatro que, por lo demás, enfrentaba amenazas de muerte. Por supuesto que no acepté y renuncié.

En esos diez años de trabajo del FONDART, se otorgaron más de 24 mil millones de pesos a proyectos artísticos y culturales. En todas las áreas artísticas se incrementó significativamente la presencia de obras y bienes culturales, asimismo, se instaló y legitimó desde el Estado la pluralidad y diversidad de propuestas estéticas y soportes. Junto con ello, se dio un merecido espacios a manifestaciones tradicionales de nuestras comunidades, se reconoció la importancia de la cultura de los diversos pueblos originarios, y se aportó al mejoramiento de la infraestructura cultura de nuestro país. Junto con ello, se articularon programas dentro del Estado para apoyar el desarrollo de industrias culturales y expresión de ello fue el impulso significativo al cine y el audiovisual chileno mediante una Alianza FONDART y CORFO.

Este FONDART, que inició sus pasos con 750 millones de pesos y llegó al 2002 con más de 4 mil millones, tuvo la capacidad de reformularse permanentemente, con el aporte y visión crítica de los creadores y cultores, como de sus organizaciones. Este FONDART que no sólo incrementó sus recursos, sino modificó sus procedimientos para dar mejor cuenta de la creatividad de todos y de la diversidad y pluralidad cultural del país. En efecto, en esos años se verifican cambios sustantivos como por ejemplo la creación de una línea regional del Fondo, e instalando en la regiones la decisión sobre proyectos de patrimonio cultural, de identidades culturales locales, de apoyo al rescate y puestas en valor de manifestaciones tradicionales de la cultura, y también, para definir los apoyos a iniciativas de infraestructura cultural. Un cambio muy significativo y requerido por la comunidad cultural fue la incorporación de distinciones para postular, considerando artistas jóvenes y creadores consagrados, para posibilitar una competencia más justo entre iguales. En los años 1998 al 2000 se introducen, igualmente, cambios para crear nuevas áreas de apoyo como es el caso de proyectos de fortalecimiento de orquestas infantiles y juveniles, y un área especializada y distinta a otras que históricamente apoyaban a propuestas culturales de pueblos originarios. Cada una de las modificaciones de este instrumento de financiamiento cultural fue conversada y concordada con los creadores y la comunidad cultural en general. Y siempre respetaron los principios que lo inspiraron: la libertad de creación y expresión, la evaluación de pares, el respeto a la diversidad y pluralidad cultural.

Colaborar diez años en el FONDART y contribuir para que se instalara de manera permanente como una Fuente de Financiamiento Directo del Estado al desarrollo cultural de nuestro país, a través de la incorporación de su normativa en la ley que crea el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, fue un gran ejercicio de democrático para mí y, creo , para todos los que participamos más directamente en su gestión como Laura Pizarro, Juan Gamonal, Ramón Solís y Alejandro Lazo, y por cierto para Claudio Di Girólamo y Marcia Scantlebury, quienes cumplieron una extraordinaria tarea como directores de la División de Cultura del MINEDIUC.


El Fondart, pienso, cumplió un rol decisivo en la Transición Cultural al tensionar los conceptos de arte y los paradigmas culturales; al instalar y abrir el debate sobre un conjunto de temas complejas para el Chile post dictadura como la Memoria dolorosa de las violaciones a los derechos humanos, la diversidad de género y la homosexualidad, y el sentido de los ´símbolos patrios; al visibilizar realidades omitidas o silenciadas, y al convocar a la identificación y puesta en valor de nuestro patrimonio cultural desde una mirada más amplia e inclusiva. Y porque obligó al difícil ejercicio de respeto irrestricto a la libertad de creación y difusión artística y cultural.

Al 2010 Chile no es el mismo de la década del ’90. Hoy nadie aceptaría que La Segunda titulara “Con platas del Estado financian obras gay”. Y la realidad de hoy es el fruto del comportamiento coherente de miles de creadores y cultores a lo largo y ancho de nuestro país y al decidido apoyo de casi todo el mundo político democrático.

Recordar esta historia es un necesario ejercicio de Memoria. Es un deber hacerlo para comprender de mejor manera los procesos culturales, y para impedir el silenciamiento de esta historia que es parte de la historia política de nuestro país.