jueves, 21 de octubre de 2010

Líbrelos, Señor, de la televisión…. Y no sé si perdonarles porque saben lo que hacen….

Como casi todos y todas, seguí muy de cerca la experiencia vital extrema sufrida por 33 seres humanos atrapados en la Mina San José y me alegré profundamente por su exitoso rescate. Y agradecí a la vida, a sus familias y al Gobierno por tanto apoyo y esfuerzo para permitirles continuar viviendo. Me conmoví por su capacidad de resistir tanto tiempo en tan inhumanas condiciones, sabiendo que yo no sería capaz de ello. Y creí sinceramente, una vez más, que todos estaríamos a la altura ética y moral de esta experiencia límite de otros seres humanos.

Y una vez más me equivoqué. La frivolidad que ha llenado los pasillos , set y decisiones de los canales de televisión en estos últimos 15 años no podía respetar el derecho al dolor compartido íntimamente, el derecho al silencio, el derecho al descanso emocional y físico de los mineros que estuvieron más de dos meses atrapados a casi 700 metros de profundidad. La televisión chilena ha jugado a mansalva con la honestidad de estos seres humanos y sus familias. La televisión chilena ha traspasado todas las barreras aceptables éticamente con tal de elevar sus rating y consecuentemente mejorar sus arcas. Y lo ha hecho exacerbando la morbosidad y el interés de muchos por conocer detalles de lo que ocurrió allí, al fondo de la mina. La televisión les busca, les ofrece celebridad y dinero para que hablen e incluso formalicen deseos expresados en el encierro y, entonces, pidan en un set de televisión matrimonio a sus mujeres.

La televisión estos días nos ha recordado que hace ya muchos años es capaz de destruir en segundos la nobleza de una gesta humana tan profunda, que es capaz de hacernos vender la “primogenitura por un plato de lentejas”. Ahora la televisión no repara en la necesidad de descanso y de intimidad de los mineros y sus familias; mañana les dejará sin darles explicación alguna y pasará a la próxima cacería.

Los 33 mineros podrán tener un poco de silencio, pero con mucha dificultad se recuperarán y sanarán de la frivolización de sus vidas y de su experiencia a la cual fueron sometidos por nuestra querida teve.

Tomar conciencia sobre la profundidad de esta crisis de un medio de comunicación tan relevante es un paso indispensable para comprometernos a un cambio que yo, por lo menos, considero urgente.